ALGUNAS POESÍAS:
Antes de Partir
(Gibraltar, 1823)
Ojos divinos, cuya lumbre pura
Mi pecho inflama, ilustra y
esclarece,
Semblante celestial ande florece
La beldad, la inocencia y la
dulzura,
Soberano conjunto y compostura.
Que más que humano angélico
parece,
Lozana juventud, que resplandece,
Y orna con gracias mil tanta
hermosura:
¡Ay! si en la proscripcion y
acerbo llanto
Que á mí infeliz eterno me prepara
La adversa suerte embravecida
tanto,
De vuestra lumbre celestial
gozara,
De vuestro hechizo y delicioso
encanto
¡Cómo de la fortuna me burlára!
El desterrado
(A bordo del navío inglés Francis Freeling,
en Mayo de 1824, al salir de la bahía de Gibraltar con rumbo a
Londres al ponerse el sol).
Ay! Que surcando el mar en nave
ajena
Huyo infelice de la patria mia,
Tal vez, ¡oh cruda inexorable
suerte!
Para nunca volver... Aspero suena
El recio vendaval, y espira el dia.
¿Y qué? ¿ á la nueva luz ya no he
de verte,
Hermosa Hesperia? No: sañudo el
viento
Me arrebata violento,
Y me aleja de tí. Ya no tus playas
Consolarán mis ojos, que
anhelantes
Se perderán por las inmensas
ondas...
Aquellas son las altas atalayas
De los Tartesios montes. No te
escondas,
¡Oh sol! deten, deten tu carro de
oro,
Detenlo por piedad, y no tu lumbre
Tan presto robes á la adusta
cumbre
De las montañas del tostado moro.
Allí Cádiz, allí. — Salve alta
cuna
De libertad, esclarecida roca
Do se estrelló la bélica fortuna
….
¡Ay, en tu márgen
bella
Riqueza, amor,
aplausos á porfia
Gocé, cuando mi
estrella
Su adverso influjo
pérfida escondia!
Claro Guadalquivir:
tú que me viste
Anegado en
placeres, ahora (advierte
Lo instable de la
suerte)
Mírame pobre,
desgraciado, triste,
Errante, peregrino,
Surcar el Ponto
huyendo sin destino.
Tal vez en tu
ribera
Aún habrá quien
lamente mi infortunio,
Compadeciendo mi
desgracia fiera.
Y acaso entre tus
ondas
Puede que algunas
lágrimas escondas,
Que habrá la
amistad santa derramado,
Al pronunciar mi
nombre desdichado.
No más, no más: mi
corazon mezquino
Se desgarra en mil
ásperos tormentos
Y sucumbe al dolor.
Amargo llanto
Turba mis ojos...
Pero ya ¿qué importa,
Si nada pueden ver?
Indiferente
El sol á mi anhelar
y humilde ruego,
Apagó ya su
rutilante fuego
En los remotos
mares de occidente...
Mas ¡ay! aún con
placer hiere en mi oído
El estruendo lejano
de las olas,
Que se estrellan
con hórrido bramido
En las amadas
costas españolas.
¡Oh patria!
¡Ingrata patria!... tú me arrojas
Con furor espantoso
de tu seno,
Premiando así mi
amor. Yo con mi sangre
Torné las mieses de
tus campos rojas,
Y salpiqué con ella
tu terreno,
Tu independencia y
gloria sustentando.
Yo combatí
constante contra el bando
Del fanatismo
bárbaro y sañudo;
Y mi labio, aunque
humilde, tal vez pudo,
Tu libertad
preciosa defendiendo,
Hacer temblar al
despotismo horrendo.
Plegue al destino
que risueño un dia
Torne á brillar en
que tu oprobio veas,
Y libre y grande y
venturosa seas,
Miéntras yo errante
tu ignominia lloro,
Y huyendo ¡ay Dios!
de tí, tu nombre adoro.
Para siempre tal
vez, para siempre
Hoy te pierdo, ¡oh
mi patria querida!
Y á arrastrar voy
la mísera vida
En destierro
espantoso y cruel.
Por piedad, por
piedad, raudo viento,
De tu soplo modera
la saña,
Que me aleja feroz
de mi España,
Impeliendo el
velero bajel.
Calma, pues, por lo
ménos piadoso
Mientras
tienda la noche su velo,
Hasta que ardan las
nubes del cielo
Con los rayos del
próximo sol.
Pueda entonces
tornar anheloso,
Aunque sea en
confuso horizonte,
A mirar de mi
patria algún
monte,
Aún á ver el
terreno español.
Mas no: redobla tu
furor violento,
Y de esas playas de
terror y espanto
Aléjame piadoso,
raudo viento.
N o las torne yo á
ver. N i sobre ellas
Vuelva á lucir Titán.
Lóbrego manto
De noche atroz
envuelva eternamente
Ese suelo de
horror, y no lo alumbre
Más que la opaca
lumbre
De rayos y de
pálidas centellas,
Que aborde negra
tempestad rugiente.
No es ya mi patria,
no... ¡Patria!... No existe
Donde sólo hay
opresos y opresores.
¡España... España
fué... ¡recuerdo triste!
Fué, cuando
independiente
Tantos siglos
brilló, y usos y leyes
O más ó ménos
sábias la rigieron;
Y á su temida
frente
Coronas de laurel
siempre añadieron
Sus fuertes hijos y
sus nobles reyes.
Mas ya ¡oh baldón!
cuanta virtud y gloria
Albergaba en su
seno
Huyó, despareció;
queda el terreno
De tiranos poblado
y de invasores,
Y de esclavos
indignos de memoria,
Que el yugo vil
merecen,
Y el rigor y la
afrenta que padecen.
¿Quedan aún buenos
?... Vedlos fugitivos
Por yermos y por
ásperas montañas,
No hallar ni en las
cabañas
Asilo, humanidad.
Vedlos gimiendo
En bárbaras
cadenas,
O entre espantosas
penas
En infame patíbulo
muriendo,
Sin que nadie
reclame la venganza.
¡Oh vil degradación
!... No hay esperanza,
Reparacion no hay
ya. No: el despotismo
Su huella
destructora ufano imprime
Desde Calpe hasta
el agrio Pirineo,
Y hunde el nombre
español en el abismo:
Y es de los fieros
déspotas recreo
Ver cual la
humanidad desmaya y gime.
Vivan, gócense
pues: su trono asienten
En medio de los
hombres degradados,
Que viles los
aplauden y consienten,
Y su furor redoblen
los malvados.
Redóblenlo, y los
Galos invasores
Hagan de los
traidores,
Que sus falanges
pérfidas llamaron,
Infames
siervos……..
Multiplíquense
horrores y delitos
En ese suelo de
terror y espanto,
Y del cielo
malditos
Sus habitantes
todos,
Infamia eterna,
degradado llanto,
Pobreza vil y
deshonrosa muerte
Su eterna sea, su
inmutable suerte.
……………..
No más… ¡Ah! Por
piedad, no más. ¡Oh acentos
Que fuerais mi
tesoro y mi alegría,
Y en hórridos
tormentos
Ahora despedazais
el alma mia!!!
Basta, basta. ¡Qué
horror!... ¿Mi labio pudo?...
¿Por qué, furia
infernal, emponzoñado?...
¿Y no se abre la
mar, la nave se hunde,
Y á mí, monstruo
infeliz, traga y confunde?
¡Patria!.. ¡Patria!
Perdón,
¡patria!... ¡Adorado
Nombre!... ¿Y pude
un momento yo insensible
Ser á tu encanto
celestial?... Mi pena
¡A qué hondo
precipicio y sima horrible
Me llegó á
conducir!... ¡ Desventurado!
¡Patria! ¡España
infeliz! ¡Amada España!
La sencillez de tus
incautos hijos
No su degradación
causó tus males;
Y pérfidos
traidores,
Y tiranos, y aleves
extranjeros,
Que uniendo contra
tí su astucia y saña
Tu libertad
naciente te robaron,
Y tu nombre y tu
gloria mancillaron.
Mas tiemblen; que
sus triunfos pasajeros
Serán; aún no te
faltan vengadores.
Y ¡ay! de los
cazadores
Cuando el león
que ataron con injuria,
Ruja, y ardiendo en
poderosa furia,
Rompa los fuertes
nudos opresores,
Que sus miembros
fortísimos ligaran,
Porque hundido en
la fiebre lo encontraran.
………………
¡Cuán gozoso otra
vez, oh patria mia,
Por tí mi sangre
verteré, gritando:
Libertad, y
venganza,
y proclamando
Tus nuevas glorias!
y el hermoso dia
Que (cual en otro
tiempo yo te viera
En San Marcial de
lauro coronada),
Te admire Vidasoa
en su ribera,
Volaré del riscoso
Pirineo
A la cumbre de
eterna nieve orlada,
y con la sacra lira
de Tirteo,
Tu triunfo cantaré,
sobrepujando
La voz del huracán,
á las naciones
Libertad
anunciando,
Al tremendo rugir
de tus leones.
…………..
Bella Hesperia,
patria mia,
Embriagado en la
esperanza
De que has de tener
y venganza
Mis pesares
templaré.
Llegue el suspirado
dia,
Mírete yo
venturosa,
Libre, triunfante y
gloriosa,
Y contento moriré.
Soneto
Ojos divinos, luz del alma mia,
Por la primera vez os ví enojados:
¡ y ántes viera los Cielos
desplomados,
O abierta ante mis piés la tierra
fria!
Tened ¡ay! compasion de la agonía
En que están mis sentidos
sepultados,
Al veros centellantes é indignados
Mirarme, ardiendo con fiereza
impía.
¡Ay! perdonad si os agravié,
perderos
Temí tal vez, y con mi ruego y
llanto
Más que obligaras conseguí
ofenderos:
Tened, tened piedad de mi
quebranto,
Que si tornais á fulminarme fieros
Me hundireis en los reinos del
espanto.
Mísero leño
Mísero leño, destrozado y roto,
que en la arenosa playa
escarmentado
yaces del marinero abandonado,
despojo vil del ábrego y del noto.
¡Cuánto mejor estabas en el soto,
de aves y ramas y verdor poblado,
antes que, envanecido y
deslumbrado,
fueras del mundo al término
remoto!
Perdiste la pomposa lozanía,
la dulce paz de la floresta
umbrosa,
donde burlabas los sonoros
vientos.
¿Qué tu orgulloso afán se
prometía?
¿También burlarlos en la mar
furiosa?
He aquí el fruto de altivos
pensamientos.
Ojos divinos
Ojos divinos, luz del alma mía,
por la primera vez os vi enojados;
¡y antes viera los cielos
desplomados,
o abierta ante mis pies la tierra
fría!
Tener, ¡ay!, compasión de la
agonía
en que están mis sentidos
sepultados,
al veros centellantes e indignados
mirarme, ardiendo con fiereza
impía.
¡Ay!, perdonad si os agravié;
perderos
temí tal vez, y con mi ruego y
llanto
más que obligaros conseguí
ofenderos;
tened, tened piedad de mi
quebranto,
que si tornáis a fulminarme fieros
me hundiréis en los reinos del
espanto.
El Álamo derribado
Gallardo alzaba la pomposa
frente,
yedras y antiguas parras
tremolando,
el álamo de Alcides,
despreciando
la parada nube, y trueno y rayo
ardiente;
cuando de la alta sierra de
repente
desprendido huracán bajó
silbando,
que el ancho tronco por el pie
tronchando,
lo arrebató en su rápida
corriente.
Ejemplo sea del mortal que en
vano
se alza orgulloso hasta tocar la
luna,
y se juzga seguro en su
altiveza:
Cuando esté más soberbio y más
ufano,
vendrá un contrario soplo de
fortuna
y adiós oro, poder, favor,
fortuna.
Al faro de Malta
Envuelve al mundo extenso triste
noche;
ronco huracán y borrascosas nubes
confunden, y tinieblas
impalpables,
el cielo, el mar, la tierra:
y tú invisible, te alzas, en tu
frente
ostentando de fuego una corona,
cual rey del caos, que refleja y
arde
con luz de paz y vida.
En vano, ronco, el mar alza sus
montes
y revienta a tus pies, do,
rebramante,
creciendo en blanca espuma,
esconde y borra
el abrigo del puerto:
tú, con lengua de fuego, «Aquí
está.., dices,
sin voz hablando al tímido piloto,
que como a numen bienhechor te
adora
y en ti los ojos clava.
Tiende, apacible noche, el manto
rico,
que céfiro amoroso desenrolla;
recamado de estrellas y luceros,
por él rueda la luna;
y entonces tú, de niebla vaporosa
vestido, dejas ver en formas vagas
tu cuerpo colosal, y tu diadema
arde al par de los astros.
Duerme tranquilo el mar; pérfido,
esconde
rocas aleves, áridos escollos;
falsos señuelos son; lejanas
cumbres
engañan a las naves.
Mas tú, cuyo esplendor todo lo
ofusca,
tú, cuya inmoble posición indica
el trono de un monarca, eres su
norte;
les adviertes su engaño.
Así de la razón arde la antorcha,
en medio del furor de las
pasiones;
o de aleves halagos de fortuna,
a los ojos del alma.
De este refugio de la airada
suerte,
en esta escasa tierra que
presides,
y grato albergue, el Cielo
bondadoso
me concedió, propicio;
ni una vez sola a mis pesares
busco
dulce olvido, del sueño entre los
brazos,
sin saludarte, y sin tomar los
ojos
a tu espléndida frente.
¡Cuántos, ay, desde el seno de los
mares
al par los tomarán!... Tras larga
ausencia,
unos, que vuelven a su patria
amada,
a sus hijos y esposa.
Otros, prófugos, pobres,
perseguidos,
que asilo buscan, cual busqué,
lejano,
y a quienes que lo hallaron tu luz
dice,
hospitalaria estrella.
Arde, y sirve de norte a los
bajeles
que de mi patria, aunque de tarde
en tarde,
me traen nuevas amargas y
renglones
con lágrimas escritos.
Cuando la vez primera deslumbraste
mis afligidos ojos, ¡cuál mi
pecho,
destrozado y hundido en amargura.
palpitó venturoso!
Del Lacio, moribundo, las riberas
huyendo, inhospitables,
contrastado
del viento y mar entre ásperos
bajíos.
vi tu lumbre divina:
viéronla como yo los marineros,
y, olvidando los votos y plegarias
que en las sordas tinieblas se
perdían.
«¡Malta, Malta!». gritaron;
y fuiste a nuestros ojos aureola
que orna la frente de la santa
imagen
en quien busca afanoso peregrino
la salud y el consuelo.
Jamás te olvidaré, jamás... Tan
sólo
trocara tu esplendor. sin
olvidarlo,
rey de la noche, y de tu excelsa
cumbre
la benéfica llama,
por la llama y los fúlgidos
destellos
que lanza. reflejando al sol
naciente,
el arcángel dorado que corona
de Córdoba la torre.
Receta segura
Estudia poco o nada, y la carrera
acaba de abogado en estudiante,
vete, imberbe, a Madrid, y,
petulante,
charla sin dique, estafa sin
barrera.
Escribe en un periódico
cualquiera;
de opiniones extremas sé el
Atlante
y ensaya tu elocuencia relevante
en el café o en junta patriotera.
Primero concejal, y diputado
procura luego ser, que se consigue
tocando con destreza un buen
registro;
no tengas fe ninguna, y ponte al
lado
que esperanza mejor de éxito
abrigue,
y pronto te verás primer ministro.
Un buen consejo
Con voz aguardentosa parla y grita
contra todo Gobierno, sea el que
fuere.
Llama a todo acreedor que te
pidiere,
servil, carlino, feota, jesuíta.
De un diputado furibundo imita
la frase y ademán. Y si se urdiere
algún motín, al punto en él te
injiere,
y a incendiar y matar la turba
incita.
Lleva bigote luengo, sucio y cano;
un sablecillo, una levita rota,
bien de realista, bien de
miliciano.
De nada razonable entiendas jota,
vivas da ronco al pueblo soberano
y serás eminente patriota.
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